“Jugar” es hacer algo con alegría, para entretenerse, para divertirse o para desarrollar ciertas capacidades. Cuando hablamos de “juego en la infancia” nos referimos al juego libre, para el cual deben darse algunas condiciones particulares. Si le decimos a una niña “mientras yo leo ponete el disfraz para jugar a las princesas”, realmente no es un juego libre. Para que lo sea la actividad debe surgir a su tiempo y en su tiempo de ocio. Además debe nacer de su propio interés en ese momento y debe ser ella quien determine el propósito del juego. Andrés Paya, profesor e investigador en la Universidad de Valencia, fundador del Observatorio del Juego Infantil, explica acerca del juego en la infancia: “La característica principal, es que sea libre, voluntario y placentero. Las reglas han de estar consensuadas por los jugadores y modificarse cuando estos consideren oportuno. En el momento que los adultos queremos dirigir un juego o acotarlo en un tiempo determinado, estamos convirtiendo el juego en otra actividad.”
Volviendo al ejemplo de la niña, tal vez cuando vea el disfraz de princesa prefiera ponérselo para jugar a ser la mamá o agregarle flores y brillos jugando a ser diseñadora de modas y estará ensayando su rol de madre o de mujer trabajadora, o lo que su creatividad elabore a partir de su disfraz. En nuestra familia hay una anécdota que atesoramos entre nuestros mejores recuerdos, cuando dos de nuestros niños de 4 y 5 años, que jugaban en el living con varios muñecos, de repente llevan su juego de ollas y platitos y una cuchara de madera, mientras sentaban a todos los muñecos en el respaldo del sillón. Nos sorprendieron al dar vuelta las ollitas y ordenarlas a lo largo del borde de la mesa del living, que habían acercado al sillón, al colocar la cuchara de madera en medio de los dos almohadones del asiento, sentándose uno a cada lado de ella y decirnos… “hoy nos vamos de paseo en familia”. Las coloridas ollitas dadas vuelta se habían transformado en los botones del tablero, uno de los platitos en volante y la cuchara de madera era la palanca de cambios de su auto imaginario. Ellos comenzaban un “paseo” que los adultos por si solos éramos incapaces de imaginar pero que todos recordaremos siempre.
El rol del adulto frente al juego del niño es principalmente asegurarse de que tenga el suficiente tiempo libre para que el juego surja espontáneamente. También observar qué tipo de juego prefiere para proporcionarle los elementos que lo motiven a jugar y así desarrollar un montón de habilidades necesarias para su vida. Según Natalia Trenchi, reconocida psiquiatra y psicoterapeuta de niños y adolescentes de nuestro medio: “Ninguna de esas habilidades se desarrolla jugando en la compu o mirando tele. Esas actividades también enseñan y también deben tener su lugar en la vida de los niños de hoy, pero no pueden ocupar la mayor parte de su tiempo libre si lo que queremos es criar chiquilines sanos y fuertes emocionalmente.”... “Los niños necesitan tiempo sin agenda marcada por otro. Necesitan también de una familia que valore el juego y que no lo vea como una pérdida de tiempo o un recurso para que no molesten, y que los oriente y les enseñe a jugar si es necesario pero que después, los deje libres.” Libres para que su imaginación los lleve por caminos insospechados. ¡Y ojalá así sea!